La semana pasada, en el Intermedio, ese programa televisivo de humor, magistralmente conducido por Wyoming, que cuenta con magníficos colaboradores, como Sandra Sabatés, Dani Mateo, Thaïs Villas y Andrea Ropero, se llevaba a cabo una encuesta callejera sobre la amistad. Cada entrevistado manifestaba su opinión sobre ese concepto tan abstracto; unos decían que el amigo está siempre dispuesto a echar una mano en la fortuna y en la adversidad; otros afirmaban que hay muchos conocidos, pero no tantos amigos de verdad; los más sentimentales apelaban a que los verdaderos amigos se fraguan en la infancia, aunque la distancia y el tiempo los separe después; algunos, desencantados, confesaban que a veces la amistad, por muy fuerte que sea, se puede romper bruscamente por las causas más insospechadas; otros hablaban de amistades tardías, pero sinceras; los más dejaban claro que los amigos se pueden contar con los dedos de una mano. A este tenor, me decía un amigo, ya fallecido por cierto (bueno, era un “conocido”) que los amigos se pueden contar con los dedos de las orejas, es decir, que no existe el amigo ideal. A veces, aquellos que tienes como amigos son capaces de criticarte cuando estás ausente; por eso, hay gente que, en una reunión, prefiere irse en último lugar, temiendo que, al marcharse , le hagan un traje. “Quisiera tener un millón de amigos”, que decía Roberto Carlos: una utopía. ¡Cuántas veces nos topamos con personas que no pasan de ser compañeras de una afición, colegas de profesión, amigos circunstanciales! Casi me quedo con la canción de Alberto Cortez: “Cuando un amigo se va” o con las Sevillanas del adiós: “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va” o simplemente con “Adiós con el corazón”… Y muchas más que hablan de la amistad, o del amor: palabrería en clave musical. Y termino con una cita de Hamlet: “Cuando te topes con un amigo de verdad, sujétalo con aros de acero”.
Manuel Palazón